Balduino IV (Jerusalén, 1161- ibídem, 1185), llamado El Leproso, fue rey de Jerusalén desde el 15 de Julio de 1174 hasta su muerte. Descendiente de la Casa de Château-Landon fue educado por el historiador Guillermo de Tiro. Pasó su niñez y juventud en la corte de su padre, Amalarico I, con poco contacto con su madre, Inés de Courtenay (a la que su padre se vio obligado a repudiar). Guillermo, quien luego sería arzobispo de Tiro y canciller del reino, descubrió que el niño padecía lepra al no manifestar dolor en heridas causadas en juegos infantiles.
Los años y la enfermedad hicieron estragos en su condición física, apenas con veinte años el rey presentaba graves secuelas físicas: su cara estaba desfigurada, se encontraba practicamente ciego y con las manos y piernas mutiladas. Ocultaba su terrible estado físico con una máscara de plata. Murió en 1185, poco después de su madre Inés. Aunque había sufrido toda su vida los efectos de la lepra, pudo mantenerse en el trono mucho más de lo previsto. Tenía 24 años. Por todo lo que hizo en esos pocos años, a pesar de su tormentosa enfermedad, llena de admiración y respeto a quienes conocen su historia. No solo los francos se inclinaron ante su memoria, sino también sus enemigos, los árabes. El Imad de Isapahán escribió: "ese joven leproso hizo respetar su autoridad al modo de los grandes príncipes como David o Salomón". Su estoica y dolorosa figura, tal vez la más noble de las Cruzadas, ha sido víctima de un injusto olvido histórico.
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Siempre tratábamos de citarle a primera hora para que pudiese permanecer solo en la sala. El cáncer que tenía en la boca despedía un olor tan nauseabundo que era imposible evitar que el resto de los presentes hiciese algún comentario o esbozase un gesto de desagrado. Se sentaba silencioso, le admistrábamos la quimioterapia y se despedía, todo casi, sin levantar la mirada. Una gasa le ocultaba la mitad de la cara. Un día me preguntó si podía curarle la herida. Al desprender la gasa de su rostro quedaron a la vista gusanos moviéndose sobre carne podrida. Un olor fétido se introdujo en mi garganta despertando la náusea en el estómago. Apuntalé la sonrisa a mi cara sabiendo que en ese instante era más importante que cualquier quimioterapia. La conversación continuó por derroteros cotidianos y al despedirnos, besé su mejilla sana. No volvimos a coincidir hasta que tiempo después nos encontramos en un pasillo de hospital. Su rostro continuaba deformado pero no quedaba ya rastro de la herida abierta. Su mirada se iluminó al verme y sin mediar palabra me abrazó. Trató de decirme algo pero las frases le salían entrecortadas. Nos despedimos los dos con los ojos inundados en lágrimas. La dignidad de un ser humano no se encuentra en el cuerpo ni en la vestimenta ni en las pertenencias ni en los títulos académicos ni en la posición económica o el reconocimiento social ni en las conquistas ni en la fama ni en las palabras. La dignidad de un ser humano se encuentra en su mirada.
Empezó Negro y Rojo.
Rojo, muy Rojo.
Y luego Naranja.
Naranja con Amarillo.
Y los coches paraban
Y sacaban cabezas y
Cámaras, por las ventanillas.
Ss
Hacían lágrimas y volante.
Sssssss,
Decían.
(...)
Y al final,
Violeta.
Azul, Rosa y Violeta
Al final.
La duda y la pregunta generan movimiento, nos llevan de la mano por caminos nuevos, lugares inexplorados. Encontrarnuestras propias respuestas (no las manidas) nos instala...de nuevo...enTierra Santa. ¡Y por Dios y la Diosa, qué descanso!. RSB
Adolf Wölfli (Berna, 1864-1930) fue un prolífico dibujante considerado como uno de los máximos exponentes del llamado arte marginal o art brut.
Tuvo una infancia turbulenta. Fue víctima de abusos sexuales y quedó huérfano a los diez años. Pasó años interno en distintos orfanatos. Acusado de intento de abuso de menores, fue condenado a una pena de cárcel. Tras su liberación fue arrestado por una ofensa similar, lo que le llevó a ser ingresado en el hospital psiquiátrico de Waldau, en Berna, donde pasaría el resto de su vida (sus últimos 35 años). Algún tiempo después de su internamiento Wölfli comenzó a dibujar.
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"Cuando le pedían que explicara el significado de sus enigmáticos dibujos, Wölfli enrollaba una hoja de papel y tocaba con ella un largo solo de trompeta a ritmo de polka o de mazurka. Para W. sus pinturas podían sonar o, al revés, la música que había en su cabeza coloreaba el papel que dibujaba...la capacidad de hacer sonar los colores, ver los sonidos, saborear las formas o tocar los olores...es una extraña mezcla de los sentidos conocida como "sinestesia" (...). Pero si la locura como sufrimiento no provoca ninguna envidia, por el contrario, esa magia simpática, esa especie de fusión de los sentidos que los neurólogos llaman sinestesia, se presenta como un don maravilloso. Aparentemente todos nacemos sinestésicos, pero en los primeros meses de vida, las respuestas a estímulos externos comienzan a diferenciarse creando islas sensoriales en el cerebro; y así, solo podemos ver colores, oír sonidos...¿Todos?. Todos no. Un conjunto de irreductibles galos...digo, personas, resiste, conservando "una conectividad anatómica no habitual". En otras palabras, en estos individuos los sentidos se mantienen enlazados generando "un nuevo mundo de sensaciones", como dicen los anuncios de yogures. (...) Una cosa es segura: ¡vaya uno a saber cómo es el mundo! pero está claro...QUE NO TODOS LO PERCIBIMOS IGUAL." Blog lacajanegra (de Wilbur Mercer)
Chi mi bhuam, fada bhuam Chi mi bhuam ri muir-làn Chi mi Muile nam beann fuar Fada bhuam thar an t-sàil Fada bhuam thar an t-sàil
Chi mi mullach nam beann mòr Anns an òg-mhadainn aigh An t-aon as airde dhiubh nan còrr 'S badan ceò air a bàrr Fada bhuam thar an t-sàil
Chì mi ghucag air an fhraoch Chì mi'n caorann fo bhlàth Chì mi uisge glan nam beann Tigh'nn 'na dheann leis gach màm Fada bhuam thar an t-sàil (...)
I see from me, far from me I see from me to high-tide I see Mull of the cold mountains Far from me across the seas Far from me across the seas I see the tops of the big mountains In the brave dawn The height of each one of them is excessive And a cloud of mist on top Far from me across the seas I see a bud upon the heather I see the rowan tree in bloom I see clear water of the mountains Coming in haste with each mound Far from me across the seas (...)