La Comisión para la Verdad y la Reconciliación fue un organismo oficial creado por el gobierno de Sudáfrica que buscaba alcanzar la justicia restaurativa después del fin del régimen del apartheid.
Las personas que eran identificadas como víctimas de graves violaciones a los derechos humanos eran invitadas a prestar declaración sobre sus experiencias. Muchas de estas víctimas ofrecieron sus relatos en audiencias públicas. Los autores de los hechos violentos podían también confesar sus crímenes, llegando a obtener de ese modo la impunidad de sus actos.
La Comisión se fundamentó en la Ley para la Promoción de la Unidad Nacional y la Reconcialiación, sancionada en 1995. Fue encabezada por el arzobispo Desmond Tutu quien estableció como lema de la misma: "Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón". Publicó un informe oficial en 1998 que fue entregado al entonces presidente Nelson Mandela.
Existen valoraciones muy diversas acerca del resultado de la Comisión. Sus detractores consideran que proporcionó impunidad a criminales confesos. Sus defensores argumentan que permitió el esclarecimiento de desapariciones y otros delitos que hubieran quedado en la oscuridad de otro modo, así como facilitó que las víctimas recibieran indemnizaciones y reconocimiento por su sufrimiento. Bastantes observadores consideran que este proceso de reconciliación y búsqueda de la verdad, relacionado con el concepto tradicional que los sudafricanos llaman Ubuntu, facilitó la transición política sudafricana. En cualquier caso, es indudable que se ha convertido en un modelo para posteriores organismos que han usado el nombre de Comisión para la Verdad y Reconciliación, en distintos países que salían de períodos de violencia, dictadura o guerra civil.
Traducciones posibles del término UBUNTU al español:
"Te deseo la felicidad"
"Humanidad hacia otros"
"Soy porque nosotros somos"
"Una persona se hace humana a través de otros"
"Todos para uno y uno para todos"
"Yo soy lo que soy por lo que todos somos"
"Una persona con Ubuntu es abierta y está disponible para los demás, los respalda, no se siente amenazado cuando otros son capaces y buenos en algo porque está seguro de sí mismo; sabe que pertenece a una gran totalidad que decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos"
DESMOND TUTU
Fragmentos recogidos de Wikipedia
Hace ya unos cuantos años, cuando trabajaba en la Unidad de Hospital de Día Oncológico, conocí a una mujer llamada Carmen. Rondaba los 60 años. Siempre me fijaba en ella porque cuando acudía a sus sesiones de quimioterapia era "la alegría de la huerta" para toda la sala. Todos acababan riendo con sus ocurrencias y "sus payasadas". Como la quimioterapia que le administrábamos no le producía caída del cabello decidió, por aquello de darle una nota de color al momento, teñírselo de diferentes colores. Unas veces venía con él azul, otras rosa, otras verde...
Un día su cuerpo no aguantó más. Subí a la planta donde se encontraba ingresada y me encontré a otra mujer. No era ya la mujer fuerte y sonriente que hacía reír a todo el mundo y elevaba la vibración del lugar, sino alguien cansado...muy cansado...y con una tristeza infinita en la mirada. Acabamos hablando de su vida y, para mi sorpresa, me enteré de había sido víctima de malos tratos en su relación de pareja. Trató de explicarle a sus padres lo que estaba pasando pero no recibió el apoyo esperado. Según ellos, "era lo que le había tocado y su obligación era cuidar al hombre que ella había elegido y tratar de no enfadarle demasiado". Cuando llegó a la parte en la que me relataba como su marido le daba patadas en la barriga durante el embarazo, no pude más y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas...Ella se detuvo y me preguntó por qué lloraba; no prentendía hacerme sufrir al compartir su historia. Le respondí que lloraba por ella, lloraba su dolor...Yo, desde la ingenuidad de aquellos años y el poco reconocimiento de mi propia sombra, no acababa de entender por qué una mujer relativamente joven y con una personalidad tan fuerte y expansiva, no había encontrado recursos para salir de una situación tan desgraciada. Me explicó que aquella frase tan poco afortunada se la dijo su padre, a quien ella adoraba. Era muy joven...durante años pensé que "el error era yo", había algo en mí que no funcionaba bien y que era la causa de que mi marido no me quisiera...oculté mi situación a mis amigas y a las personas de mi entorno. Con los años su hijo se convirtió en su paladín y su marido dejó de golpearla. La convivencia, según ella, se hizo más soportable.
Al despedirnos me dio un fuerte abrazo mientras me decía que nunca nadie antes había llorado por ella. En ese momento pensé en su hijo.
A lo largo y ancho de este blog he tratado de compartir una verdad que para mí es universal: la verdadera alegría y felicidad no pueden cimentarse en un dolor no reconocido. Es una verdad que ha sido un pilar en mi vida y que creo se puede extrapolar a la vida de cualquier ser humano. Reconocer la sombra y todo lo que en ella habita es algo que no solo debería realizar cada individuo a lo largo de su recorrido vital, sino también cada grupo humano, cada país, si queremos aproximarnos algún día a lo que significa SER...HUMANO (con mayúsculas).
Este es un fragmento de un libro escrito por un hombre que decidió asumir su historia personal, la de su familia, la de su país, y que, intuyo, será el inicio de algo más grande aún por llegar. Gracias Pedro. Gracias Jose Manuel...por esperarnos...por mostrarnos el Sendero del Cura...por este regalo tan especial.
Gracias a los dos por honrar a vuestros ancestros, por vuestra valentía...que vuestro camino sea bendecido por ello.
La madre de Eladia, Petra E., había sido detenida y encarcelada cuando se tiró al cuello de los que vinieron a casa a buscar a su hijo, intentando infructuosamente que no se lo llevaran. Ese hijo, Dionisio L., fue fusilado en el campo de San Isidro, el 24 de octubre de 1936. Ella misma contó que tanto su cuerpo como el de algunos de sus compañeros de infortunio aún se movían cuando les echaron encima la cal, antes de ser cubiertos por la tierra en la fosa común del cementerio de Valladolid. El caracter de Petra, imagino que lo mismo que el de tantas mujeres que vivieron una experiencia semejante, como mi abuela Elvira, fue siempre duro, tanto con los propios como con los extraños.
Petra E. solía sentarse en un corro a charlar con otras señoras de la calle Manuel Salvador Carmona. Daba la casualidad de que F.B., el primer alcalde franquista del municipio y uno de los principales protagonistas de las denuncias y declaraciones contra aquellos que serían luego asesinados o encarcelados en Nava, pasaba de cuando en cuando, montando a caballo, por delante de ese corro, camino de una era que tenía a la salida del pueblo, justo al final de esa calle. La sola visión a lo lejos del caballo de este hombre les hacía levantarse a muchas mujeres, temerosas de la escena que, a buen seguro, se daría a continuación, pues siempre que pasaba dicho sujeto a su lado Petra empezaba a increparle y a insultarle sin ningún tipo de pudor. Petra se dirigía a él a la cara, acusándole de la muerte de su hijo y llamándole cabrón e hijo de puta de forma compulsiva...Mientras, el otro bajaba la cabeza o rezongaba en voz baja. En cierta ocasión, ella le citó directamente por su nombre y, cuando aquél volvió la cabeza, se tiró un sonoro pedo, al tiempo que le decía: "¡Este es para ti, cabronazo, asesino!". Su nieto Dionisio P. cuenta que, pese a todo, él, que aún era un niño, no acababa de entender por qué su abuela exhibía tanta violencia ante aquel hombre. En realidad, relacionaba la ira de su abuela con cierto episodio en el que F.B. les quitó a él y a otros unos cuévanos de paja"
LA SIEGA DEL OLVIDO. Memoria y presencia de la represión. PEDRO PIEDRAS MONROY
Siglo XXI de España Editores
Pocos días antes de fallecer Carmen fuimos una compañera y yo a su casa. Conocí a su marido...Su mirada me inspiró la misma compasión que ella con su relato. Probablemente su hijo, como así hizo ella en el silencio de sus padres, acabó cargando con una culpa "que no era suya". Porque al final...las víctimas...acaban generando nuevas víctimas.
Carmen murió, oficialmente, de un cáncer de mama con metástasis cerebrales. Murió en su casa, junto a su marido y a su hijo. Solo ella sabe por qué escogió un camino tan duro...pero doy fe que en sus últimos meses fue capaz de transmutar ese dolor y ofrecer de sí misma,
siempre lo mejor.
Bendita seas mujer hermosa. Bendita tu alma y bendito tu corazón.
RSB