Cuando camino sola
siento mis necesidades
y me muevo con respecto a ellas.
Me paro cuando estoy cansada.
Como cuando tengo hambre.
Sueño cuando mi alma me grita: ¡quiero volar!.
Me invade la certeza de mi fortaleza
y la confianza del amor
que vivo en mí
y que me impulsa
a un eterno caminar.
Mi mirada y la línea del horizonte
son una.
Cuando camino acompañada
mi mirada se desvía
una
y otra
y otra vez.
Mi horizonte ya no es una línea.
Mis necesidades ya no son sólo
mis necesidades
y mis certezas ya no son
mis certezas.
Me invade un sentimiento de vulnerabilidad;
mi caminar se vuelve discontinuo
y siento la presencia de la muerte
en cada curva
en cada giro.
Es en esos momentos,
al borde del abismo de mi fragilidad
y del miedo que me paraliza,
que la voluntad de seguir caminando
despierta en mí
una confianza en
algo
más allá de toda certeza.
Y es en esos momentos
que siento que vuelo
sin estar soñando.
RSB
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