En Santander con LACS. 2013. RSB
Playa Magdalena. Santander 2013. RSB
Gaviota. Santander 2013. LACS
Cuando de niño iba a la escuela, me sentaba en mi pupitre y escuchaba a medias a la maestra que nos decía cuál era la superficie del estado de Michigan y cómo debía calcularse el interés compuesto. Mi mente estaba ocupada en temas más serios. ¿Existían los dragones?¿Era verdad la historia del Diluvio?¿Adán y Eva eran reales?.
Fueron necesarios muchos años de formación, una licenciatura en teología y posteriores años de lectura y estudio en solitario para obtener respuestas a las preguntas que más me preocupaban. Pasé por un período en el que me convencí a través de complejas teorías lingüísticas y psicológicas que las hadas y los dragones eran símbolos y metáforas, o bien que sólo eran reales en el mundo de la fantasía. Durante mucho tiempo creí en el inconsciente de Jung y lo consideré una buena explicación a mis interrogantes. Pero ahora, por fin, he entendido que los dragones son reales, que las hadas bailan y que el Diluvio biblíco es más real que las catástrofes naturales que aparecen en los noticiarios. Nuestro empeño por reducir las figuras imaginarias a categorías psicológicas impide la aportación poética de la magia de la vida.
A medida que "crecemos", nos alejamos del encantamiento y perdemos la capacidad de asombro que caracteriza a los niños. Intentamos por todos los medios encontrar un mundo diferente, más racional, más teórico que aquel otro que conocimos en la infancia. Quizá debamos regresar a la niñez y recuperar sus verdades, su visión, su lógica, su sentido del tiempo y el espacio, su cosmología fantástica y su física creativa si queremos encontrar una vía de escape al desencanto. Muchos pasajes de este libro reflejan la sabia actitud de mis hijos, unos expertos en encantamiento que probablemente se estén preguntando por qué tuvo que ser escrito.
(...) También debo decir que escribo impulsado por la pasión, el enfado y la añoranza, como alguien que se ha pasado años escuchando las tragedias de las familias y la desesperación de los individuos, como padre que no tolera oír hablar de los sufrimientos de los niños, y como ciudadano de un mundo frustrado ante nuestra incapacidad para poner fin a las guerras. Estoy convencido que ninguno de estos problemas tiene una solución inmediata, pero sí se les puede hacer frente si volvemos la espalda a los valores que rigen nuestra sociedad desencantada.
(...) El mundo nos grita, nos ofrece una guía, pero si estamos demasiado ocupados formulando nuestras propias respuestas inadecuadas seremos incapaces de oír su voz. Tenemos que convertirnos en niños, tal como predicó Jesús en términos carentes de cualquier sentimentalismo: "Aquellos de vosotros que os convirtáis en niños conoceréis el reino de los Cielos". También el maestro zen Shunryu Suzuki nos dice: "¡Cuán importante es recuperar nuestra mente original ilimitada!. Entonces seremos siempre sinceros con nosotros mismos y estaremos en armonía con todos los seres."
Existe un conocimiento que es anterior al aprendizaje adulto y al desarrollo moderno de la cultura: el de la dinámica de la naturaleza y el poder oculto en las personas y los lugares. Se trata de un conocimiento que se puede perder detrás de la fantasía de que nuestras intenciones, observaciones y valores son supremos. Por lo tanto, el primer paso para acceder al encantamiento es recuperar la mente del principiante y la capacidad de asombro del niño, olvidar algunas de las cosas que hemos aprendido y a las que nos aferramos. A medida que nos liberemos de los valores del mundo desencantado, quizás entre en nosotros un espíritu fresco y renovador. Entonces, acaso descubramos la naturaleza del alma y el placer de ser un aprendiz en las extravagancias de la vida.
EL PLACER DE CADA DIA (título original The Re-enchantment of everyday Life)
Thomas Moore. Ediciones B.
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