domingo, 16 de diciembre de 2012

Marco Ulpio Trajano




A MIS ALUMNOS:

"En el exterior, Longino y los legionarios de la guardia del legatus seguían con paso rápido a Trajano. Todos caminaban algo encorvados para protegerse de la fuerte lluvia que arreciaba en medio de aquel estío inclemente en Germania Superior, el peor de cuantos habían pasado en el norte. Longino levantó la mirada y observó que, como de costumbre, el único que caminaba recto, completamente erguido, sin importarle las adversidades del tiempo y de la vida, era Trajano. Nada parecía poder nunca con él. Y nunca pedía nada. Solo daba ejemplo. Por eso todos los legionarios le respetaban al máximo; no, más aún: el ejército le amaba. Sabían que con él no se perdía una posición, ni un campamento, ni se entraba tampoco en lid de forma absurda. Trajano preparaba cada combate como si se tratara de la batalla más decisiva de la guerra más importante de todas las guerras. Por eso siempre vencía, incluso cuando el emperador le negaba los recursos necesarios. Y nunca imploraba, nunca pedía, lo cual le había evitado numerosos conflictos con un emperador que sólo buscaba la más mínima excusa para desarmar a sus mejores legati. Trajano, sin embargo, llevaba años acumulando un prestigio callado, quieto, silencioso entre las legiones sin luminosas victorias, sólo combates pesados, recios, firmes, batallas ganadas con mucho esfuerzo en guerras invisibles para Roma. Longino le miraba con admiración. No, Trajano, nunca imploraba nada."

                                                                                 "Los asesinos del Emperador" Santiago Posteguillo





Si no coneceis su historia es imposible que alcancéis a vislumbrar la grandeza de un hombre forjado en los hechos y no en las palabras: Marco Ulpio Trajano, primer emperador de Roma no originario ni de Roma ni de Italia, algo completamente inaudito entonces.

Pero hombres y mujeres de esos hay muchos.

Los hay ilustres, recreados por grandes escritores, pero también los hay anónimos. Hombres cuya honestidad y voluntad los hacen únicos para quienes los tienen cerca. Y llegar a ser eso exige Conciencia.

Es más fácil vivir sin pensar, dejar pasar las horas, los días, los cursos siendo un infantil, un vago o "cumpliendo" en la superficie sin entrar en lo profundo, en el meollo de la verdad y la responsabilidad. Ya habrá tiempo "cuando seamos mayores". Pero el tiempo se acaba, la vida tiene sus plazos.

Es más fácil mentir y no ser cuando, cada tarde, preguntan en casa si te queda algo para estudiar, si sabes alguna nota.
Es más fácil mentir y no ser que hacer y forjar, construir por dentro.
Es más fácil echar la culpa a un tercero.
Es más fácil soñar que algo vendrá, externo y mágico, que solucione o ponga fin a mis problemas.
Mejor ser un mediocre que el esfuerzo que supone luchar por SER.

Faltar al respeto,
respaldar las faltas de respeto,
reírnos ante las tontas interrupciones
constantemente,
no tiene justificación.

Muy distinto es reírnos de vez en cuando, contar un chiste, oír el comentario de un compañero cuando a las cuatro y veinte me encuentro explicando inecuaciones. Eso es como una pérdida instantánea de gravedad que lo vuelve todo mucho más ligero y, aunque pesan las Matemáticas a esa hora, una risa en el momento apropiado, es como una onza de chocolate Valor para mi paladar. Me sabe a gloria, me recuerda que estamos los treinta y dos pasando el rato juntos, y os miro, y resulta que este año somos algo más por el hecho de estar aquí, todos, no faltando ninguno, no sobrando nadie. Reímos juntos. Volvéis luego a buscar soluciones a la inecuación en las regiones infinitas guiados por mi voz.

Pero todo esto desaparece, esa magia, ese placer de tenernos los unos a los otros se esfuma cuando, escondidos en el anonimato, rompéis la máxima de toda relación vital: RESPETO. Hay un profesor, nuevo, inquieto, sin recursos ahora ya, al que estáis sometiendo a una sangría sin nombre ni razón que no sea la burla y el poder del abuso.
Cada vez que faltáis a un profesor, a un compañero que quiere oír su clase, me faltáis a mí y la onza de chocolate se convierte en pipa amarga que escupo harta.

Cada uno elige.
Elige su om o su mantra sagrado.
Elige dónde encontrar el equilibrio.
Es momento de tomar postura.
Saber si cuento con cada uno de vosotros.
Si sois parte de esta empresa o por el contrario os importa un rábano.

No quiero palabras, quiero hechos.
Quiero que mi ejército tenga conciencia y corazón.


 SCG