miércoles, 7 de noviembre de 2012

Historias de Hospital






                                                             

 En nosotros hay cosas perdidas...cosas que ya no recordamos para qué sirven...de dónde vienen...cosas que ocupan un espacio y a las que no prestamos ninguna atención ni utilidad y que nos condicionan.

 Pero un día...afloran en nuestra conversación...casi sin darnos cuenta.




 Mientras actualizabas la hoja de enfermería nos contaste la historia de cómo la vida puso en tus manos a la persona que tu familia creía causante de la muerte de tu hermana. Una conversación intrascendente entre tú y él te llevó a esa conclusión. "Fue mi paciente" nos decías. Luego...los recuerdos de infancia de tu madre quien no consiguió superar la pérdida de su hija...de su falta de atención hacia el resto de sus hijos...de cómo tú asumiste el papel de madre de tus hermanos...de la historia de tu abuela quien también perdió a su hija al igual que tu madre..."Yo no puedo sentir odio, sólo tristezaSé lo difícil que es despedirse de un hijo, no la culpo. Tampoco a él. Yo creo que no fue consciente de su error". Pero también repetías "desde ese día mi madre no se fió de nadie. Yo tampoco lo hago". En ese momento recordé tus palabras cuando pocas horas antes al verte desbordada de trabajo te ofrecí mi ayuda y me contestaste: "Muchas gracias. Es un alivio sentirse apoyada. Te da seguridad...".

 Tengo el privilegio de poder observar todos los días el trato exquisito que dispensas a todo aquel que durante unas horas se encuentran bajo tu cuidado y que se vive desde la fragilidad y la vulnerabilidad que probablemente sentiste siendo niña. Y me recuerdas que el ser humano es capaz de transmutar el plomo en oro...pero que...a veces...quedan restos...recuerdos...pesos trasladados y asumidos...cosas perdidas que esperan ser rencontradas y reutilizadas o...simplemente...liberadas de una vibración, de un mundo, que ya no es el suyo.

 Gracias.


 RSB