miércoles, 3 de octubre de 2012

Historias de Hospital




                                                                     



 Todos los días nos cruzamos en los pasillos, nos saludamos, tomamos café juntos, trabajamos codo con codo enfrentándonos a situaciones que no le desearía ni a mi peor enemigo (en el supuesto caso de que lo tuviese). Nos servimos de espejo los unos a los otros tanto en lo más excelso como en lo más mísero.
 De muchos de ellos no sé casi nada. De otros, hasta de qué lado de la cama duermen. Algunos si los comparo conmigo me parecen de otro planeta; e incluso, tengo la profunda sospecha, hablan otro idioma (estoy segura de que la sensación es mutua). Otros, solo con una mirada, me iluminan el día. Si tuviese que elegir las personas que querría estuviesen a mi lado en una situación de urgencia vital no dudaría en escogerlas de entre este grupo.

 Algún día dejaré de trabajar allí y pocos quedarán en la "cartera de amigos" (seguramente me sobrarán dedos de una mano para contarlos) pero de una cosa estoy segura: mi alma estará siempre impregnada de las suyas. Todos y cada uno de ellos estarán siempre ligados a recuerdos intensos compartidos.

 Hoy Marta me ha hecho reír. Me ha hecho reír como hacía tiempo no me reía y esa es una medicina que no tiene precio. Y es que a veces estamos tan doloridos, tan tensos, tan alejados de lo natural que cualquier "tontería" despliega las alas de una risa que... agazapada...esperando su oportunidad...sale disparada como si le fuese la vida en ello.

 Dedicado a ti.


 RSB