sábado, 19 de enero de 2013

HENRY DAVID THOREAU







  Sobre Thoreau...


 Estaba dotado de un sentido riguroso de la probidad. Era muy exigente consigo mismo en lo tocante a su propia independencia de criterio, y consideraba que todos los demás seres humanos debían cumplir en igual medida con esa obligación. No tuvo una profesión fija, aunque practicó varias; se negaba a renunciar a su gran ambición de conocimiento y de acción a cambio de un oficio estrecho o limitado; su vocación era mucho más amplia: pretendía ejercer el arte de saber vivir. "Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente -escribe-, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido".

 No se casó, vivió solo, nunca fue a la iglesia, no votó, se negó a pagarle al Estado un tributo que a su juicio era injusto, por más que le costara la cárcel. Aunque era un naturalista, jamás recurrió a las armas ni a las trampas del cazador.

 La buena ropa, los modales gentiles, la decoración de la casa, las charlas intelectuales y galantes de los salones, no le incumbían; creía que todas esas sofisticaciones eran obstáculos para una buena, humana conversación; le gustaba hablar con los indios, que en materia de Naturaleza eran los únicos que podían tratar con él de igual a igual. (...)

 Los hombres se imitaban unos a otros, estaban hechos sobre la base de un molde minúsculo. ¿Por qué no podía cada uno apartarse lo suficiente de la sociedad hasta ser un individuo realmente autónomo?. "Si un hombre no marcha a igual paso que sus compañeros, puede que eso se deba a que escuche un tambor diferente. Que camine al ritmo de la música que oye, aunque sea lenta y remota". Pero no trató de vivir fuera del mundo, sino de toda atadura inconveniente del mundo. Quizás haya sido ese hombre raro y envidiable que ha logrado ser completa y absolutamente él mismo.

 Prefería ser rico por frugalidad, por escasez de apetencias: "La riqueza de un hombre se mide por la cantidad de cosas de las que puede privarse". Y quiso abastecerse a sí mismo. (...)

 Quería ahorrar "tiempo": tiempo para leer, tiempo para los lenguajes no escritos (los ruidos del campo y del bosque), tiempo para caminar solo, tiempo para la amistosa conversación, tiempo para conocer el cosmos. "Jamás un hombre ha valorado tanto el ocio como Thoreau", afirma el crítico Oscar Cargill.

 Lo impacientaban las limitaciones de nuestro trillado pensamiento consuetudinario y tenía un instinto polémico y beligerante. De un vistazo comprendía la esencia de cualquier asunto que se tratase y veía las deficiencias e indigencias intelectuales de sus interlocutores; nada parecía ocultarse a su mirada penetrante. Esta condición de su carácter lo volvía poco sociable y lo privó de tener muchos amigos; pero quienes aceptaban sus intransigentes desplantes tenían en él al compañero más puro, el amigo más honesto, ajeno a toda hipocresía. Era la sinceridad misma. La convicción con que los profetas defendían las normas éticas se habría robustecido al ver a un ejemplar humano de vida tan santa. Ermitaño y estoico, estaba empero hambriento de cordialidad humana y se entregaba apasionado a entretener a los jóvenes con interminables anécdotas sobre sus viajes por tierras y ríos poco explorados. (...)

 "En cada página de WALDEN -dice su biógrafo Henry Seidel Canby- se percibe la presencia inconfundible de una personalidad, de un hombre semejante a una roca por la solidez granítica de sus principios, a un roble por su reciedumbre inconmovible, a una flor silvestre por su sensibilidad y a un halcón por los vuelos de su imaginación".

 Quienes lo conocieron admiraron la maravillosa armonía existente entre su mente y su cuerpo. Sabía encontrar su camino en la oscuridad nocturna del bosque, guiándose más por los pies que por los ojos. (...). "Caminar con él era un placer y un privilegio", dijo Emerson. (...)

 La otra herramienta con la que conquistaba los obstáculos del mundo natural era la paciencia. Sabía sentarse inmóvil por horas, como parte de la roca a la que estaba subido, para esperar el regreso del ave, el reptil, el pez al que su presencia había espantado temporalmente; y cuando ellos volvían, no sólo reanudaban sin suspicacias sus hábitos corrientes sino que, movidos por la curiosidad, se acercaban a observarlo a él, fijo en su contemplación estática. Las víboras se le enroscaban en la pierna, los peces saltaban a sus manos, tiraba de la cola de la marmota escondida en su cueva y protegía a los zorros de los cazadores. Emerson lo llamaba "el dios Pan".

 En él se aunaban la valoración de lo espiritual con un concepto de la animalidad que la moderna civilización degradó luego. "Encontré entonces en mí -y aún ahora lo hallo- un instinto que me llevaba hacia una vida más alta o espiritual, según suele decirse, como lo tiene la mayoría de los hombres, y otro instinto que me llevaba hacia un nivel primitivo y salvaje; y guardo respeto por ambos".

 Amó tanto la Naturaleza, se sentía tan feliz en su solitaria comunión con ella, que recelaba de las ciudades y de la triste e implacable destrucción que sus refinamientos y artificiosidades operaban con la morada del hombre. Sospechaba ¡ya a mediados del siglo XIX! que el hacha y la dinamita terminarían con los bosques. (...)

 Un lenguaje íntimo -el del corazón del solitario-, un lenguaje privado -el del grupo que lo rodea y apoya- y un lenguaje público -el de una sociedad atenta al cambio, esperándolo- confluyen para hacer de "Walden" o "la vida en los bosques" mucho más que la crónica minuciosa de un naturalista sobre su entorno vegetal y animal, o el registro por momentos fastidioso del acontecer cotidiano (gastos, actividades, vecinos) propio de un libro de memorias. Thoreau sabía que él era un ser único y que contar su vida diaria no era un menester doméstico. Sabía también que los demás hombres y mujeres no eran menos únicos, y su obra es un manifiesto entusiasta para instarlos a que se dieran cuenta de ello. "Mírame -parece decirnos-, esto que yo hice no lo hice por ser H.D.Thoreau, sino por ser un  miembro de la especie humana. Tú puedes. Este es el cuaderno de bitácora de mi experimento. Tómalo como una guía útil". (...)

 El poema de la creación es perenne, había dicho Thoreau, pero pocos son los oídos que lo escuchan.



    Introducción escrita por Leandro Wolfson del libro WALDEN, la vida en los                                                bosques de H.D.THOREAU.





 "En el curso de mi vida me he encontrado sólo con una o dos personas que comprendiesen el arte de Caminar, esto es, de andar a pie; que tuvieran el don, por expresarlo así, de sauntering (deambular). Término de hermosa etimología, que proviene de "persona ociosa que vagaba en la Edad Media por el campo y pedía limosna so pretexto de encaminarse a la Sainte Terre", a Tierra Santa; de tanto oírselo, los niños gritaban: "Va a Sainte Terre", de ahí, saunterer, peregrino. Quienes en su caminar nunca se dirigen a Tierra Santa, como aparentan, serán, en efecto, meros holgazanes, simples vagos. Pero los que se encaminan allá son saunterers en el buen sentido del término, el que yo le doy. Hay, sin embargo, quienes suponen que la palabra procede de sans terre, sin tierra u hogar, lo que, en una interpretación positiva querría decir que no tiene un hogar concreto, pero se siente en casa en todas partes por igual. Porque éste es el secreto de un deambular logrado. Quien nunca se mueve de casa puede ser el mayor de los perezosos; pero el saunterer, no lo es más que el río serpenteante que busca con diligencia y sin descanso el camino más directo al mar. Sin embargo, yo prefiero la primera etimología, que en realidad es la más probable. Porque cada caminata es una especie de cruzada, que algún Pedro el Ermitaño predica en nuestro interior para que nos pongamos en marcha y reconquistemos de manos infieles esta Tierra Santa."


                                                                                         THOREAU




 Dedicado al Señor del Bosque. Porque te escucho...porque te veo.   

 RSB